Observamos con atención como la estructura de ramitas entrelazadas sostenía en su centro un cuenco de pastos y fibras vegetales perfecto para proteger los huevos.
A los pocos días nació el primer pichón.
Luego nació el segundo y las calandrias adultas no tenían descanso cazando insectos, arañitas y lombrices para alimentarlos. Nuestras visitas eran breves para no perturbar su actividad.
En dos semanas los pichones crecieron, se cubrieron
de plumas y aprendieron a volar abandonando el nido para cazar su propio
alimento en compañía de los adultos.
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