Escribe Juan José Morosoli en su cuento “La lluvia”: “Ver llover allí,
en aquella chacra, era una cosa que causaba placer. Un placer tranquilo que aún me alegra…….. Me parecía
que el campo, el árbol y yo éramos felices de la misma manera: quedándonos
quietos y dejándonos penetrar por aquella música mansa y aquella lluvia lenta
que caía sin interrupción……. Al campo le nacía un sistema de venas. Mirando éste
recién comprendí el mapa con los azules nerviosos de sus ríos dibujados”
Más adelante, el autor de Perico describe detalles de la lluvia en la
chacra, nombrando a ”las gallinas que corrían apresuradas, los alborozados
gritos de los teru-terus confirmando la presencia de la lluvia y la llegada de dos
horneros que vinieron a picotear la tierra mojada llevándose motas de barro en
el pico para colocar la piedra fundamental de su casa”
“Hasta aquel día- expresa el escritor- no había sentido la emoción de la
lluvia”
Emociona y asombra contemplar la lluvia en la Chacra. Los colores
naturales resplandecen, los sonidos se apagan y se vuelven una sola música
suave, serena, monótona. El suelo recibe el agua y cuando ésta llena todos sus
espacios, entonces la infiltración cesa y escurren hilos de agua por todo el
terreno. Hilos que se vuelven cañaditas corriendo por la pendiente.
Las hormigas que viven en el subsuelo, trabajan aceleradamente para “elevar”
el hormiguero: en cuestión de horas, la casa del sótano se convierte en una
casa de planta baja y varios pisos construidos en vertical. La denominación de
insectos sociales se comprende al verlas accionar en forma colectiva,
organizadamente y a la velocidad que las circunstancias exigen:”si abajo hay
inundación, hay que levantar la casa” parece ser la consigna.
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