La jardinería y la agricultura
tienen sus propios tiempos. La naturaleza le imprime su ritmo al proceso de:
sembrar la semilla, esperar la germinación, el crecimiento, el desarrollo y la
madurez que la hace apta para cosechar.
Los niños tienen la oportunidad de
experimentar con la vida vegetal ya sea a través de semillas, con gajos, o
trasplantando plantines del almácigo. Usando diferentes técnicas de
multiplicación o propagación, ellos son capaces de “hacer plantas” y lo viven
como gestos heroicos.
La ansiedad se toma una pausa, el “lo
quiero ya” o “lo necesito ahora” se postergan. Simplemente se percibe que cada
acción tiene su tiempo. Los “niños agricultores” descubren los secretos de las
plantas, las interrelaciones entre ellas y el suelo, el aire, el agua y la mano
del que trabaja. Los alumnos
transitan un camino fascinante y se sienten felices aprendiendo.
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