Habitar la Naturaleza: una experiencia para todos los sentidos

18 diciembre, 2025

 

¡Hola a todos!

Hoy nos toca escribir el último post de este año y se nos ocurrió que podía ser una buena oportunidad para detenernos a reflexionar sobre algo que, poco a poco, ha ido cobrando cada vez más importancia en la Chacra: los sentidos. No vamos a abordarlo desde una mirada científica ni técnica, sino desde una experiencia cotidiana, sensible y profundamente ligada a la naturaleza. Darle lugar a los sentidos es también darnos tiempo, bajar el ritmo y abrirnos a una forma distinta de aprender y habitar el espacio.

El oído

La naturaleza nos regala una sinfonía constante; solo hace falta detenerse y escuchar. En la Chacra, desde hace un tiempo, incorporamos un ejercicio sencillo pero muy significativo para el comienzo de cada clase, sin importar el grado que concurra. Ya sea sentados en ronda al aire libre, cuando el clima lo permite, o dentro del salón, les proponemos a todos un momento de absoluto silencio. No solo se aquieta la voz: también el cuerpo debe permanecer quieto.

Luego llega el momento de la escucha y, finalmente, el espacio para compartir lo escuchado. Aparecen los sonidos de las aves, el viento moviendo las hojas, el zumbido de las abejas o el canto de un gallo a lo lejos. Este ejercicio nos permite desacelerar antes de comenzar la jornada, conectarnos con el entorno y tomar conciencia de dónde estamos. También habilita la comparación con los sonidos de la ciudad y la comprensión de cuán distintos pueden ser los paisajes sonoros. A partir de esta experiencia, surge naturalmente la reflexión sobre la importancia de hablar más bajo cuando estamos cerca de los animales que habitan la Chacra, ya que ellos están acostumbrados a esos sonidos suaves y constantes.

La vista

Muchos niños notan la diferencia con la ciudad apenas se bajan del ómnibus: “¡cuánto verde!”, exclaman con sorpresa. La observación está siempre presente en la Chacra y se manifiesta en los detalles más pequeños y en los paisajes más amplios. Una hormiga que camina apurada, una hoja comida, las aves que revolotean cerca o la vista imponente del río Santa Lucía.








Observar la naturaleza nos permite valorarla, reconocer su diversidad y comprender que cada elemento cumple una función. Mirar con atención es también aprender a cuidar, a respetar y a sentirnos parte de ese entorno. La vista se convierte así en una puerta de entrada al asombro y a la curiosidad.


El olfato

El olfato suele aparecer de inmediato cuando los niños llegan a la Chacra. Algunos dicen “se siente aire puro”, otros comentan sin rodeos “hay olor a caca”. Y ambas percepciones son válidas. El olfato es un sentido fundamental para conocer la naturaleza tal como es, sin filtros.

Desde el aroma del compost hasta el perfume de las flores, pasando por los chanchos o el vivero, la naturaleza ofrece un sinfín de olores que nos conectan de manera directa con el espacio. Reconocerlos, nombrarlos y aceptarlos forma parte de la experiencia y nos ayuda a entender los ciclos naturales y la vida en contacto con la tierra.

El gusto

Este sentido depende un poco de la época del año, pero casi siempre tenemos la posibilidad de degustar algún fruto que los árboles nos regalan. Árboles nativos como la pitanga, el arazá o el guayabo conviven con naranjas, mandarinas, aceitunas o pomelos.




La huerta es otro mundo por descubrir: olores, colores y sabores se combinan en plantas como el perejil, el orégano, el tomate o la frutilla. Probar lo que la tierra produce permite no solo reconocer alimentos, sino también comprender de dónde vienen y valorar el trabajo y el tiempo que implica su crecimiento.


El tacto

A veces pasamos por alto este sentido, pero es fundamental para conocer y explorar el mundo. Tocar distintas texturas y temperaturas, experimentar con arcilla o arena, sentir los pies descalzos en el tajamar. La diversidad de sensaciones es enorme.




Usar las manos —y a veces los pies— para conocer el entorno natural nos permite un aprendizaje profundo y corporal. El tacto nos conecta de manera directa con la tierra y nos invita a una experiencia más libre, auténtica y presente.


Trabajar los sentidos en contacto con la naturaleza no es solo una propuesta pedagógica, sino una invitación a estar presentes. Escuchar, mirar, oler, saborear y tocar nos ayuda a habitar el espacio de otra manera, a aprender desde la experiencia y a construir un vínculo más respetuoso y consciente con el entorno. En la Chacra, los sentidos se transforman en puentes: entre el cuerpo y la naturaleza, entre el aprendizaje y el disfrute, entre el tiempo acelerado de afuera y el ritmo más amable que propone la tierra. 

Deseamos de corazón por el bienestar de la naturaleza y las personas que cada día  podamos detenernos -aunque sea unos instantes- a contemplar el entorno, disfrutarlo y conocerlo con todos los sentidos. 

El receso de verano es buen momento para ponernos a prueba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario